Tarde madrileña de este invierno, ya declarado cálido y lluvioso por los pertinentes expertos. Algunos peregrinamos a (uno) nuestro Templo, éste es la Sala Heineken.
Yo ya tenía el presentimiento de que la noche prometía, llevaba años esperando poder ver a White Lies en directo y no me defraudaron, para nada. El concierto fue genial, los tres grupos tiraron la casa por la ventana. Aquí es donde debo reconoces lo muchísimo que me gustaron Transfer. Mucha gracia ver a un grupo de músicos bien entrados en la treintena y todo lo que esto significa, las barrigas cerveceras y las "camachas". estuvieron muy bien a mi parecer, desde el principio me arrancaron una sonrisilla y un pequeño bailoteo, eso siempre es muy buena señal. No sabía nada de la existencia de este grupo del que sin lugar a dudas me gustaría destacar al batería que tenía mucha presencia.
Luego le llegó el turno a Crocodriles, no me gustaron, simplemente no me gusta ni el "autotune" ni cantantes que encerrados en una sala de concierto se ponen gafas de sol, sé que esta última crítica no es musical, pero me da igual. No me gustaron. En la música, como en casi todo, para gustos colores.
Total, que en resumen del viaje por el rock garage de los Transfer nos condenaron al "autotune" de los tan tipicos Crocodriles de San Diego, CA. menos mal que en nuestro auxilio aparecio la estremecedora voz de Harry McVeigh, solo perfilada por un ligero eco, que la hace mas profunda e inquietante, si cabe. Y la verdad es que no me defraudaron en absoluto. El último disco no me emociona tanto como el primero pero me gusta mucho tambien. No quiero tirarmelas de nada pero creo sinceramente que todavía tienen que encontrar su sonido y que no nos dejaran con nuevas formas de buscarlo, espero de verdad que así sea, que no dejen de sorprendernos(me).
Por supuesto, la canción del mes es Death de su primer disco. Y parece ser que ni yo ni ninguno de los que estábamos ahí presentes nos sentimos raros cantándole a la muerte. Y que la vida igual que la música es fugaz, ya en mi cabeza se ha ido el pitido post-concierto y el escalofrío que me recorrió la espalda ya me parece lejano, un vago recuerdo de un gran espectáculo, en definitiva, arte.
Gracias.
